Pensar y practicar un nuevo paradigma cultural del desarrollo – Bruno-Marie Duffè, pbro.

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Artículo publicado en la edición Nº 1.202 (ABRIL- JUNIO 2019)
Autor: Bruno-Marie Duffè, Secretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral
Para citar: Duffè, Bruno-Marie; Pensar y practicar un nuevo paradigma cultural del desarrollo, en La Revista Católica, Nº1.202, abril-junio 2019, pp. 167-173.
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Pensar y practicar un nuevo paradigma cultural del desarrollo
Bruno-Marie Duffè [1]
Secretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

En esta ocasión hablaré sobre el desarrollo. Un desarrollo que se conjuga con ciertos principios sociales, como la solidaridad, la libertad y la subsidiariedad, y que se enmarca en un nuevo paradigma cultural, una nueva manera de pensar el futuro de la vida humana, de la vida económica, de la vida del planeta y de la vida colectiva.
Pertenezco al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, una reunión de cuatro Consejos Pontificios que, a partir de agosto de 2016, trabajan en conjunto en un solo dicasterio, prestando un solo servicio y teniendo una sola misión: la de estar al servicio de las iglesias locales, de las pastorales y de los actores que se ocupan de los derechos de las personas que sufren. Los cuatro consejos, cuyas competencias confluyen en este nuevo Dicasterio, son los Consejos Pontificios de Justicia y Paz, el «Cor unum», el Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes y el Consejo para la Pastoral de la Salud. Como Secretario General de este dicasterio, puedo decir que el desafío que tenemos es grande: debemos pensar y actuar por la justicia y la paz enmarcados en una renovada visión de desarrollo humano integral.
La prioridad que tenemos es comenzar por el encuentro. El Papa ha dicho en reiteradas ocasiones “empezad por el encuentro”. En el encuentro se puede entender lo que es más importante en la historia de las personas y de los pueblos. Encontrarse. Este encuentro necesita mirar y escuchar, necesita tiempo, necesita una nueva manera de andar en conjunto. Esa es la perspectiva del desarrollo humano integral, que hace referencia a la esperanza que Jesús ha dado anunciando la buena noticia del Evangelio a los pobres, a los cautivos de libertad y a los que carecen la alegría.
1. Del paradigma tecnocrático actual a un nuevo paradigma que abre la mirada al cuidado de la creación y de la relación
Es necesario pensar y practicar un nuevo paradigma cultural de desarrollo que se ocupe de nuestra Casa Común.
Me gustaría comenzar estas reflexiones con un texto de Laudato si’ que es para nosotros y para la Iglesia, la referencia más importante y central cuando hablamos de desarrollo: “es posible volver a ampliar la mirada, y la libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral”[2]. En primer lugar, es necesario mirar y pensar los límites, pues no es posible el desarrollo sin tener a la vista los márgenes de acción. Se debe pensar sobre el papel de la técnica en el progreso, pero sin olvidar que en el centro del debate sobre el progreso debe estar su significación, su fundamento. ¿Progreso para qué? No se trata de un progreso vacío, sino de aquel que pretende lograr un modelo de desarrollo más sano, más humano, más social y más integral.
En 1967 el Papa Pablo VI fue el primero en la historia contemporánea de la Iglesia y de la Doctrina Social en hablar de la necesidad de pensar un desarrollo humano integral. En el número 14 de la Encíclica Populorum progressio señala:
«El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: “Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera”»[3].
Este texto nos abre a la posibilidad de pensar en un desarrollo que no es solo económico, sino también cultural, social y espiritual. En el tiempo actual necesitamos desarrollar una ética, como memoria de la vida y como memoria del futuro. Esta es una manera novedosa de presentar la reflexión ética. Necesitamos pensar y traducir en actos una ética que se manifiesta como cuidado de la vida.
Y Laudato si’ continúa:
“La liberación del paradigma tecnocrático reinante se produce de hecho en algunas ocasiones. Por ejemplo, cuando comunidades de pequeños productores optan por sistemas de producción menos contaminantes, sosteniendo un modelo de vida, de gozo y de convivencia no consumista. O cuando la técnica se orienta prioritariamente a resolver los problemas concretos de los demás […] La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?”[4].
Es fundamental pensar el encuentro de los seres humanos con su promesa, con la promesa que cada uno lleva, con su talento, con sus capacidades y con su esperanza.
2. La necesidad de una ética, como memoria de la vida y del futuro
El filósofo francés Paul Ricoeur señalaba que la “visión ética” debe “buscar una vida buena”, una vida donde se desarrollen plenamente las capacidades “con y para el otro” y con “instituciones justas”[5]. Estas son las dimensiones de esta nueva ética del desarrollo, de un desarrollo económico, cultural y espiritual: buscar una vida buena, con y para los otros, en instituciones justas.
Esta ética de la que hablamos consiste, primeramente, en una experiencia de diálogo. El encuentro es precisamente una oportunidad de diálogo, de cruzar los conocimientos y las experiencias y de abrirse a un pensamiento de futuro. La posibilidad de la vida sobre la tierra y la posibilidad de una vida colectiva sobre nuestro planeta son el horizonte del diálogo.
Una ética que se funda sobre esta antropología, señala el Papa Francisco, es un diálogo entre las personas y entre los saberes. Una ética fundada sobre esta antropología, que mira a la persona en su dignidad, es el primer principio de la Doctrina Social de la Iglesia, el principio de la dignidad de la persona que lleva en su cuerpo y en su vida, la imagen de Dios Padre y Dios Creador. Su dignidad se da en los campos espiritual, cultural, moral, relacional y material, y si queda solo referida al campo económico, la persona es reducida a ser un mero instrumento del desarrollo, un productor o un consumidor. Dice Joseph Folliet, autor francés de la Doctrina Social de la Iglesia: “cuando se falta el respeto de una dimensión de la persona humana, se incuba una revolución”. Es decir, nuestra misión es mantener una atención constante a todas las dimensiones de la dignidad de cada persona y también de las comunidades.
3. Cómo entender la noción de “paradigma”
El Papa Francisco nos dice que es necesario un nuevo paradigma cultural de desarrollo. Un “paradigma” es una matriz que contiene la memoria, la consciencia –personal y colectiva– y la aspiración de una comunidad a una vida más entera, más justa, más pacífica, más realizada. Un paradigma es una forma de pensamiento que reúne tanto la memoria, como la conciencia y las aspiraciones de una comunidad. Hablar de paradigma nos da pistas para comprender por qué el encuentro es tan importante: nos debemos encontrar para escuchar la historia de los otros y para imaginar el futuro, para abrir nuevos caminos colectivos. La memoria cultural y moral es aquel tesoro que une una generación y un pueblo.
Es muy importante escuchar esos valores, esas maneras de vivir de las generaciones del pasado en la perspectiva de las generaciones futuras. Sin embargo, un paradigma, aquel corazón de una cultura colectiva, puede ser perturbado y ensombrecido, y puede desaparecer después de una situación de violencia, de dictadura o de traumatismo.
La elaboración de este nuevo paradigma de desarrollo debe tomar en consideración las tres preguntas éticas fundamentales que hemos recibido del filósofo Emmanuel Kant: en primer lugar, ¿qué podemos decir hoy? ¿Qué podemos decir de la relación que existe entre las personas, de la realidad del desarrollo, qué podemos decir de lo que aprendemos desde los otros? En segundo lugar, ¿qué podemos hacer? Para cambiar, para orientar, para abrir un futuro pacífico y de justicia. Y, finalmente, ¿qué podemos esperar? Para salvar el planeta y la vida, y para salir de un modelo que no tiene límites.
Estas preguntas nos conducen a un trabajo exigente para entender los efectos de la lógica tecnológica del todavía más, los efectos de una instrumentalización sin límite de las riquezas naturales y la instrumentalización también de las personas que son, muchas veces, más objetos que sujetos y actores de la historia.
Aquel “grito de la tierra” y aquel “grito de los pobres”, dice el Papa Francisco[6], nos llaman a considerar que la ecología auténtica es también una consideración de la realidad social, y que el desafío hoy es dar cuidado al planeta y a la relación, al encuentro, a la solidaridad.
4. Los cuatro principios de la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium
Es posible hallar una inspiración para la elaboración de este nuevo paradigma de desarrollo y de esta nueva relación que se da entre encontrar, escuchar y elaborar un desarrollo más justo, a partir de los cuatro principios[7] de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, primer texto programático del Papa Francisco.
El primer principio consiste en que “el tiempo es superior al espacio”. ¿Qué quiere decir? Quiere decir que tenemos que habitar, estar en un tiempo, en un nuevo tiempo, con una nueva esperanza de tiempo. La prevalencia del tiempo, del tiempo de la confianza, del diálogo y de la paciencia, quiere decir que el sentido del desarrollo consiste en abrir caminos y procesos. El Papa dice que hace falta abrir nuevos procesos para poder caminar juntos. La prevalencia del tiempo se opone al control del espacio, de la tierra y de las personas.
El segundo principio consiste en que “la unidad prevalece sobre el conflicto”. Esto quiere decir que el horizonte de un auténtico desarrollo es la paz, la paz como una nueva relación con la tierra, con los otros y con uno mismo.
El tercer principio, “la realidad es más importante que la idea” es, para nosotros, un principio de ética social: solo existen hombres, mujeres, niños y ancianos. Solo encontramos la realidad en la vida, en el sufrimiento y en la solidaridad.
Y el cuarto principio, “la totalidad es más importante que la particularidad”, que quiere decir que “el bien común” es más determinante que los intereses particulares. Este bien común consiste en compartir lo bueno para que crezca una sociedad pacífica, abierta a la comunión.
5. Mirar, entender y actuar
El pensamiento de un nuevo desarrollo “humano e integralempieza con la mirada de la realidad y la experiencia del encuentro con y entre los más pobres y de todas las personas que sufren. Dice el Papa que la misión del Dicasterio es una misión que consiste primero y primordialmente en salir al encuentro de las personas que sufren, migrantes, pobres, personas en los hospitales y en las cárceles[8].
Esta misión no se queda en un análisis -que es, sin embargo, muy importante-. El texto de la Laudato si’ va a proponer condiciones desde el nuevo paradigma a partir de la ecología integral. Pensar a partir de la ecología integral es pensar que la relación de armonía con la Creación tiene la particularidad de poner una relación lógica entre el cuidado de la creación y el cuidado de la vida, el cuidado de la humanidad y el cuidado de la vida en común. No se trata solamente de proteger el medio ambiente y la naturaleza; dar cuidado a la Creación, significa reconocer al Creador, reconocer a los otros, cuidar la vida colectiva y respetar a cada uno y a cada generación.
El encuentro es el primer momento para una reflexión sobre este nuevo desarrollo. No es posible continuar reduciendo a las personas a ser únicamente productores o fuerza de trabajo. Tenemos que repensar la importancia del trabajo. La importancia de la contribución de cada uno a la construcción nacional, de un país y de un mundo en común. Este desarrollo, que aparece como una economía ecológica y también como un camino de humanidad, con la inspiración de Dios Creador, no se reduce a preservar la naturaleza. Es determinante pensar y analizar otra manera de habitar la vida en conjunto, de habitar la naturaleza, de habitar la ciudad, de habitar nuestros proyectos económicos y de habitar con la alegría de estar juntos. La relación con los otros y el cuidado de la salud es una condición para el desarrollo de las capacidades, talentos y vida espiritual.
Propongo tres referencias o tres desafíos para continuar esta reflexión: Primero, el humanismo personalista del filósofo francés Emmanuel Mounier. Es muy importante decir de nuevo que la persona es para la comunidad y que la comunidad no puede continuar sin cada persona, con los talentos, posibilidades y capacidades de cada uno. En segundo lugar, la teología de los pobres, menciono aquí a mi amigo Gustavo Gutiérrez de Perú quien ha contribuido en el pensamiento de nuestro Papa Francisco. Él dice que los pobres, tal como lo atestigua la Biblia, tienen esperanza y están completamente abiertos al futuro, porque no tienen nada sino la esperanza. ¿Cuál es nuestra riqueza, y cuál es nuestra esperanza? Y por último, la teología de la creación, se encuentra aquí el gran teólogo alemán Jürgen Moltmann, quien ha escrito cuatro libros muy importantes, desde “El Cristo crucificado” hasta “La presencia de Dios en la Creación”.
6. Una manera concreta de vivir la alegría simple, de recibir y de ofrecer
El paradigma del desarrollo humano integral, pensado a partir de la ecología integral, pensado a partir del encuentro con los otros y del cuidado de la casa común, no es solo una elaboración abstracta, sino también una manera de estar, de mirar, de escuchar, de vivir, de rogar y de celebrar la vida. Este es el paradigma de la reconciliación de todas las dimensiones de nuestra humanidad –que es también la reconciliación entre nosotros, y entre todos–.
No es posible construir este nuevo pensamiento sin traducirlo en una manera simple, sobria y modesta de una nueva vida, una nueva manera de vivir como servidor de la vida y amigo de los que encontramos en nuestro peregrinar.
Es interesante que la Encíclica Laudato si’ que comienza con la necesidad de analizar e interpretar los efectos económicos y sociales del desarrollo, continua con la necesidad de la contemplación, contemplación de la Creación recibida, para finalizar con la importancia de la educación, de la vida espiritual y de la celebración, de la dimensión litúrgica de nuestra fe. Hablamos, en efecto, de una vida recibida y de una vida que estamos llamados a ofrecer. Recibir y ofrecer. Dice Jesús a sus discípulos: “vosotros habéis recibido gratuitamente, hace falta dar gratuitamente” (Mt 10, 8).
NOTAS
[1] Sacerdote de la diócesis de Lyon, Francia. Doctor en Filosofía del Derecho y en Ética Social, profesor de Teología Moral y  Doctrina Social de la Iglesia. Cofundador del Instituto de los Derechos Humanos de la Universidad Católica de Lyon. El presente artículo corresponde a una síntesis de su conferencia inaugural durante IV Congreso Social “Patria, un lugar de encuentro”, realizado en octubre de 2018 en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
[2] Laudato si’ n. 112.
[3] Populorum progressio n. 14. Cf. L.J. Lebret, dominico francés que ha fundado el movimiento de reflexión y acción “Economía y Humanismo”.
[4] Laudato si’ n. 112.
[5] Cf. Ricoeur, Paul, Sí mismo como otro. 1996.
[6] Laudato si’ n.49.
[7] Cf. Evangelii Gaudium nn. 222-237.
[8] Cf. Misión del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
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